miércoles, 21 de octubre de 2009

A LA COSTA
julissa muñoz

El matrimonio Ramírez era de un catolicismo ferviente y bajo la disciplina de los preceptos más estrictos de la
Iglesia educaba a los dos únicos hijos, sin permitirles la más leve e inocente trasgresión de lo dispuesto en ese
complicado y absurdo código llamado moral católica. Salvador, el primogénito, de cuerpo delgado y débil, de
carácter manso y pasivo, poco comunicativo con los de su edad, al cumplir los ocho años, entró de interno al
colegio de los jesuitas, y Mariana, la segunda, era el reverso de su hermano, bulliciosa, enérgica y atrevida, de
temperamento ardiente, morena de ojos negros, labios abultados, pelo negro y ensortijado, apenas cumplidos
los siete años de la pobre vida fue también de interna al colegio de las monjas se los SS.CC.
Don Jacinto Ramírez, el padre, había quedado huérfano porque sus padres habían fallecido en el terremoto de
Imbabura, era de carácter huraño y con una eterna cara de melancolía, aunque muy bondadoso, no inspiraba
confianza a sus hijos.
La fortuna de la familia Ramírez era apenas mediana, y el doctor con gran acopio de trabajo en su profesión
de abogado, difícilmente alcanzaba a ayudar las necesidades de los suyos, bien moderadas por cierto. Los
bienes consistían en la casa grande y vieja donde vivían, arruinada en parte, y en una quinta en el valle de
Chillo que absorbía más dinero que el producido por las menguadas cosechas de maíz. El gran problema de la
vida, de todo padre de familia sin patrimonio, acongojaba al doctor ya tan propenso al abatimiento y el
pesimismo. En su imaginación fecunda veía, muy negro el mañana, veía que el pan, el triste pan del pobre,
acaso faltaría con la muerte del encargado de suministrarlo cotidianamente. Si él faltaba, quién iba a afrontar
la responsabilidad de mantener a la familia tan quebrantada, ¿Doña Camila?, imposible, el la conocía de
carácter débil, inepta para la lucha, mística sobremanera. ¿Salvador?, el mismo padre lo había engendrado
débil de cuerpo y cobarde de alma, lleno de misticismo, inactivo.

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